Al final decidí ir a
la ceremonia del Grito de Independencia organizada por la Embajada en Holanda.
Siempre he ido, pero esta vez el descontento y la irritación por la actuación
del gobierno en cuestiones como las reformas, el encarcelamiento de Mireles, el
proceder tras el desastre ecológico causado por el Grupo México en Sonora, la
compra del avión presidencial y un largo etcétera, me habían hecho dudar.
Sin duda por un lado,
es ir a hacerle bola para la única aparición pública ante los mexicanos en
Países Bajos, al embajador Eduardo Ibarrola. Como antecedentes, valga saber que
como subprocurador jurídico y de asuntos internacionales de la PGR, armó de
manera deficiente los expedientes o inició a destiempo los procesos contra
Ángel Isidoro Rodríguez y Carlos Cabal Peniche. Estas acciones permitieron que
no pudieran ser extraditados o que al llegar a México no se les pudiera acusar.
Además a Ibarrola se le responsabiliza por ayudar a lograr la exoneración de Raúl
Salinas de Gortari por lavado de dinero.
Trapitos sucios
aparte, los embajadores vienen y van, y somos los mexicanos de “a pie” los que
seguimos aquí; los que estudian, trabajan o hemos formado una familia con un
holandés. Los que hayan vivido un tiempo fuera de México podrán entender la
nostalgia del país perdido: su gente, su idioma, su calidez, sus sabores y
olores.
Así como el PRI no es
dueño de los héroes de independencia, tampoco el gobierno es el propietario del
orgullo de ser mexicano. El 15 de septiembre, en el caso de Países Bajos, es la
única oportunidad de mostrar un poco de nuestra cultura, historia y gastronomía
a nuestras parejas, hijos y/o amigos.
Esta vez el evento
fue diferente. Hubo invitados del gobierno de Holanda y embajadores de otros
países. En un arranque de –no sé si de ingenuidad o temeridad-, Ibarrola
mencionó en su discurso las reformas llevadas a cabo por el gobierno de México.
Tuvo el buen tino de no mencionar el nombre del presidente, pues seguro lo
abucheamos.
Empiezo de negar con
la cabeza al escucharlo, incrédula. “Estas reformas permitirán inversión
extranjera” dice, mientras yo traduzco: “Shell estará feliz de adueñarse de
Pemex”. Ibarrola deja el tema y dice: “México es la economía número 14 a nivel
mundial y la segunda en América Latina”. Atrás de mí alguien dice “¿Cuál éramos
hace 6 años?, ¿la 12?”.
El Embajador sabe que
navega por aguas peligrosas, así que ensalza la relación México-Países Bajos y
la califica de “inmejorable”, con lo que termina su discurso. Siguen los himnos
nacionales, el Grito, bailables, comida, cerveza mexicana y tequila.
Estamos ahí para
vivir a México por unas horas; escuchar español, degustar la comida, cantar el
himno, ver y hacer amigos. Estamos ahí como mexicanos que quieren a su país,
que les duele verlo hundido en la corrupción, en la injusticia y en la
violencia; como mexicanos que extrañan su país y lo quieren compartir con los
suyos, no para aplaudir los discursos ni hacerle el favor a nadie.
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