Escribe Dianeth Pérez
La ley de drogas en los Países Bajos data de 1976. Desde ese año es posible comprar drogas “blandas” sin ser castigado por la justicia. Por drogas blandas de entiende productos derivados del cannabis, como la marihuana y el hachís, somníferos y calmantes.
Esta ley tuvo como justificación que al no tener solución el problema del uso de drogas, al menos se podía limitar su daño. Con esto se buscaba que los consumidores permanecieran en las drogas blandas y no dieran el paso hacia las drogas “duras”: cocaína, heroína, anfetaminas, éxtasis y GHB. Además buscaba reducir el riesgo de la venta anónima y el desorden social del tráfico de drogas.
Esta ley va aparejada con ayuda para consumidores en forma de terapias, tratamientos, internaciones para desintoxicación, regulación del uso de drogas y prevención de daños a la salud.
Si no es posible
dejar el consumo de drogas, hay tratamientos por el daño físico y mental a
causa de la adicción, jeringas gratis para limitar el contagio de VIH o
hepatitis B y provisión de metadona y heroína a los adictos.
Desde el 1 de enero
de 2013 solo los residentes de los Países Bajos pueden comprar drogas blandas
en los coffee shops. Estos negocios solo pueden tener 2 mil “socios” o
inscritos como clientes, no pueden hacer publicidad, vender a menores de 18
años, alterar el orden público, hacer ventas mayores a cinco gramos por persona
y vender drogas duras.
Esta medida ha
levantado polémica, pues según cifras del gobierno, casi uno de cada cuatro
turistas en Holanda visitaba estos establecimientos y poco más del 7 por ciento
atribuía la compra de drogas blandas como razón principal para visitar
Amsterdam.
No han sido pocos los
casos de tragedias que involucran turistas y drogas. Suicidios, mascotas
asesinadas y en uno de los últimos casos, un turista que bajo los efectos de
las drogas, saltó desde la ventana de su hotel y cayó sobre un turista
brasileño que cenaba en una terraza, dejándolo cuadripléjico.
El impacto económico
por supuesto que se nota, pero es un precio que el gobierno está dispuesto a
pagar. Este paso atrás lo atribuyen a que los coffee shops favorecen el tráfico
de drogas y el crimen organizado. Restricciones adicionales son la clausura de
este tipo de negocios cercanos a centros educativos, y la posibilidad de que
los ayuntamientos agreguen reglas a las ya existentes a los coffee shops que
operen dentro de su territorio.
Otro motivo para limitar
la venta de drogas es el hecho de que, a pesar de las restricciones, Holanda es
el mayor productor de drogas sintéticas en Europa, el productor principal de
cannabis y la puerta de entrada a Europa de cocaína, heroína y hachís.
En un país de 16
millones de habitantes, 32 mil jóvenes inhalan cocaína y 40 mil consumen
éxtasis; adicciones que le cuestan millones al sistema de salud.
Dianeth Pérez Arreola (México) es egresada del Máster en Comunicación Periodística de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora en varios proyectos periodísticos y vive en los Países Bajos desde 2003.
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