lunes, 20 de octubre de 2014

JUSTICIA

 
Escribe Dianeth Pérez

Recuerdo el comentario generalizado al saberse que Joaquín Hernández Galicia “la Quina”, había sido encarcelado por el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari al principio de su gestión: “ahora sí, este presidente viene duro, y va a acabar con la corrupción”. 

 
El entonces líder del sindicato de Petróleos Mexicanos apoyó a Cuauhtémoc Cárdenas y amenazó con una huelga si Salinas privatizaba Pemex, según reportes de la época. Esta traición al PRI le costó casi diez años en prisión acusado por homicidio y acopio de armas.

El término “Quinazo” quedó acuñado en la política mexicana como “ese golpe de autoridad de un gobierno frente a la corrupción o a una persona corrupta, pero que no necesariamente muestra la efectividad del estado de derecho, sino más un acto de cobrarse cuentas o tratar de eliminar del escenario político nacional a políticos que pudieran ser incómodos para el nuevo régimen”, según René Torres Ruiz, académico de la Universidad Iberoamericana.

Al romperse por primera vez la cadena de favores del PRI, se confundió con justicia un acto de venganza. Solo con el paso del tiempo se le dio al encarcelamiento de “La Quina” su justa dimensión.

El “Quinazo” de Ernesto Zedillo se llama Raúl Salinas de Gortari, hoy exonerado de todos los cargos gracias a Enrique Peña Nieto. El “Quinazo” del actual presidente se llama Elba Esther Gordillo. Acusados y acusadores todos miembros del PRI. Los pocos encarcelamientos de políticos, sin duda corruptos, son motivados por el afán de venganza y no por hacer justicia.
Hay encarcelamientos políticos que resultan inevitables, como el del ex gobernador de Quintana Roo, Mario Villanueva, y como lo será el del gobernador de Guerrero, Ángel Aguirre Rivero. La presión nacional e internacional demanda la caída de una figura emblemática, y quedarse en la detención del alcalde y del jefe de policía no corresponde a la magnitud de los hechos.

Hay aprehensiones que resultan incomprensibles porque nunca sucedieron, como la del ex gobernador de Guerrero Rubén Figueroa Alcocer; la del ex líder petrolero Carlos Romero Deschamps y la del líder del sindicato minero, Napoleón Gómez Urrutia, solo por citar algunos nombres de los muchos que integran la lista de políticos corruptos del país.

Peña Nieto ya dio una muestra de su naturaleza represora con los hechos de San Salvador  Atenco cuando era gobernador del Estado de México, y lo sigue demostrando con la detención de José Manuel Mireles Valverde, la lista que crece de periodistas muertos y desaparecidos y su complicidad con los principales medios de información del país para mantener oculta la realidad nacional.

Los hechos de Ayotzinapa han puesto a México bajo la lupa a nivel internacional en cuestiones de derechos humanos, democracia, justicia e igualdad. Que la desaparición de los estudiantes sea la gota que colme el vaso y no uno más de los eventos trágicos que tiñen de rojo el país, donde la justicia brilla por su ausencia.

Miles de estudiantes han salido a las calles para mostrar su repudio ante la barbarie de Ayotzinapa, pero los desaparecidos no eran solo estudiantes; eran hijos, hermanos, sobrinos, vecinos y amigos, así que las muestras de solidaridad y las demandas de justicia no solo tendrían que venir del sector estudiantil, sino de la sociedad en general.

Todo el que esté indignado y harto de vivir en un México donde la justicia tiene precio, donde el que gobierna es el narco, donde no se puede vivir tranquilo ni confiar en ningún cuerpo de seguridad, donde el que denuncia atropellos del gobierno es encarcelado, muerto o desaparecido, todos, deberíamos salir a las calles a decir “ya basta”, y no solo por Ayotzinapa, también por Aguas Blancas, por Tlatlaya, por Tlatelolco y por todas las matanzas del gobierno conocidas y desconocidas. Por los 76 periodistas asesinados desde el 2013 y por los 16 desaparecidos desde 2013 a la fecha; por el Doctor Mireles, por Gilberto Romero Vázquez y todos los líderes sociales víctimas de la represión y la injusticia.

Porque los que queremos un país mejor somos más, pero votamos por quienes han vendido nuestra tranquilidad al mejor postor; porque la alternancia resultó una farsa; porque si nos unimos no podrán contra nosotros. Hay que vencer la apatía de mucha gente a participar en movilizaciones sociales, porque ya estuvo bueno de generaciones de “agachados”, que callan, obedecen y aguantan.

Dianeth Pérez Arreola (México) es egresada del Máster en Comunicación Periodística de la Universidad Complutense de Madrid. Colabora en varios proyectos periodísticos y vive en los Países Bajos desde 2003.  

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