España, Grecia y, en menor medida,
Italia, hoy se quejan de que no se sienten comprendidos. Por mucho que se
esfuercen por satisfacer las demandas de sus acreedores, la situación económica
sólo empeora y, al margen de los esfuerzos de la Unión Europea y de Alemania de
buscar una solución, la opinión pública de los demás países sigue pidiendo
mayores sacrificios, alentada por la sensación de que de alguna forma, lo
tenemos merecido por el despilfarro y la falta de productividad de los años
anteriores.
Es una percepción injustificada, sin embargo, se trata de una
sensación terrible sentir que nadie más te entiende, y en un mundo en el que la
información se extienda tan rápidamente y las percepciones se consoliden a
velocidad de vértigo, muchas veces a base de información poco contrastada, es
sumamente difícil dar la vuelta al tema.
Hoy, de todas formas, el país menos comprendido del mundo no es España ni de lejos. Nos trasladamos un momento a Oriente Próximo y vemos como Israel se ha transformado en relativamente poco tiempo en una paria tanto para la opinión pública internacional como para la de los gobiernos de unos países que hasta hace poco eran sus grandes aliados. La semana pasada Israel perdió una nueva batalla y sufrió la humillación de ver como estos aliados apoyaran el nombramiento de Palestina como estado observador en la ONU. Después de los últimos ataques a Gaza y la muerte de 140 palestinos, la Autoridad Palestina ha ganado una gran victoria propagandística con este anuncio que deja cada vez más aislado a Israel.
Viendo
los medios europeos, parece que hay un gran consenso social de que Israel, y en
particular el Gobierno de Benyamín Netanyahu,
se ha excedido en su política de represión en los territorios ocupados.
Y más ahora después de que la reacción del Gobierno israelí haya sido la de
anunciar la decisión de congelar la transferencia de nuevos fondos de ayuda a
la Autoridad Palestina y de iniciar la construcción de 3.000 viviendas en
Cisjordania. Las críticas, además, han arreciado entre los sectores más
moderados de la opinión pública israelí. Hoy, en un editorial, el diario
liberal israelí, Haaretz, ha amonestado
duramente al Primer Ministro por tomar una decisión que, según este
rotativo, crea el riesgo de que la imagen de Israel en el mundo pronto sea
equiparable a la de Irán. Sin embargo, en los medios europeos no nos damos
cuenta de estas últimas críticas y preferimos pensar que todos los israelíes
apoyan ciegamente a su gobierno. Si vamos a transformar al Gobierno de Israel
en paria, ¿por qué no también a sus ciudadanos?
De todas formas, ante su nuevo
aislamiento, ¿cómo han respondido los que defienden Israel desde fuera de sus
fronteras? Esta semana la revista, The Economist, ha publicado una carta de
Joel Eisen, profesor asistente de la Universidad de Toronto con la que replica
a un artículo del mismo semanario en el que se afirmó que la reacción militar
de Israel en Gaza no había sido proporcional.
Cito, “Los terroristas de Hamás actúan
de forma deliberada para atacar a la población civil israelí y celebran cada
muerte mientras Israel tiene en el blanco a depósitos de armamento y
comandantes terroristas. Algunos transeúntes palestinos han sido víctimas del
fuego cruzado, sin embargo, no mencionaron el hecho de que los lanzacohetes
palestinos se ubican estratégicamente en barrios densamente poblados, a escasos
metros de escuelas y mezquitas. Tampoco mencionaron que Israel lanzaba folletos
y enviaba mensajes de texto a la población civil para advertirles del ataque
inminente”. Concluye con la pregunta, “¿Estarían
satisfechos los críticos si, además de los cinco, Israel hubiera sufrido 135
bajas más?”
Los mismos argumentos los he
leído en numerosos foros, no sólo ahora sino hace cuatro años durante la
anterior guerra de Gaza. A primera vista parecen bastante sólidos pero son los
mismos de siempre y se ha demostrado que ya no sirven para alterar la opinión
pública internacional que apoya cada vez más la posición palestina en el
conflicto. Además, por muy sólidos que sean, también generan dudas. ¿Sirve de
algo ser avisado de un inminente bombardeo en un territorio tan sobrepoblado
como Gaza?
Muchas veces la línea entre la
política de comunicación de los Gobiernos y la política con mayúsculas es
increíblemente fina y cualquier profesional de las relaciones públicas tendría
harto difícil argumentar en el contexto actual que Israel es víctima –por mucho
que cada día Hamas lance cohetes hasta Tel Aviv o Jerusalén- si mientras todo
el mundo avanza en la dirección de un mayor reconocimiento del Estado palestino
el Gobierno israelí persiste en su política de provocación mediante la
ampliación de sus asentamientos y la retirada de los fondos que Gaza necesita
para poder desarrollarse económicamente.
Sin ninguna duda, Gaza está gobernado
por una organización terrorista, que tiene como objetivo declarado la
destrucción de Israel. Sin embargo, también es verdad que ese partido está en
el poder gracias a los votos de sus ciudadanos y, por otra parte, hay que
reconocer que la opinión pública palestina se radicalizó en gran parte como
consecuencia de la represión israelí. Israel tiene todo el derecho a presumir
de ser un país rico, social y económicamente avanzado y con un sistema político
maduro, sin embargo, esta es la mejor prueba de que el éxito económico es el
sine qua non de la paz y la estabilidad y que sólo un estado palestino próspero
podrá transformarse algún día en amigo de Israel. Desde luego, en un estado
palestino desarrollado dudo que los civiles estén tan dispuestos a convertirse
en escudos humanos o a votar a un partido que tenga como único objetivo
destruir a su vecino, aunque el precio sea la vida de miles de sus propios
ciudadanos.
Para ganar un debate en el mundo
moderno, en el que todos tenemos el derecho a opinar, no es suficiente repetir
día tras día las mismas mantras sin ninguna voluntad de autocrítica o de
analizar hasta qué punto ha cambiado la situación sobre el terreno. Israel es un
aliado fundamental de Europa y las Américas y tenemos incontables motivos para
apoyarles, sin embargo, los ciudadanos no son completamente ingenuos. Sabemos
que dentro de Israel existen muchas tensiones políticas entre las comunidades
ortodoxa, moderada y laica; que las decisiones de sus gobernantes no son
siempre bien intencionadas; pero que sus acciones serán instrumentales o para
reconducir la situación hacia un escenario de paz o para hacer que el conflicto
se enquiste. Irán y los países árabes tienen una gran responsabilidad pero
Israel también tiene que asumir la suya, y aún reconociendo el importante papel
que juega dentro de la estructura geopolítica mundial, sobre todo, necesita un
nuevo discurso que llegue a sus ciudadanos, sus aliados, a través de ellos a la
opinión pública internacional, y que vuelva a transmitir la confianza en su
gestión de este tan irresoluble conflicto en Oriente Próximo.
Adrian Elliot (España) es egresado del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Director de Cuentas de Grayling España.
Adrian:
ResponderEliminarMuchas gracias haber escrito y publicado este artículo, es uno de los muy escasos que añaden algo de luz al en el mundo de timieblas en que se está convirtiendo la situación en Oriente Próximo y, sobre todo, en la imagen de Israel en el mundo.
¡Felicidades!