Escribe José Luís Mingo
El pasado sábado se anunció que España había solicitado y la UE había concedido una línea de crédito o un rescate, es lo mismo cómo lo llamamos, de 100.000 millones de euros.
El rescate o la línea de crédito se había pedido y aceptado porque para España, para los países de la UE y para las grandes economías mundiales en estos momentos era imprescindible evitar la desaparición del euro y el fracaso del proyecto que supone la quiebra de la moneda única.
El rescate o la línea de crédito se había pedido y aceptado porque para España, para los países de la UE y para las grandes economías mundiales en estos momentos era imprescindible evitar la desaparición del euro y el fracaso del proyecto que supone la quiebra de la moneda única.
Evidentemente, aún cuando todavía de
desconocen los términos del contrato por el que se va a regular el rescate o la línea de crédito, los 100.000
millones son una importante carga que va a incrementar en las espaldas de los españoles el peso de la deuda y que,
en cualquier caso no es el bálsamo de fierabrás que cure las heridas de la
economía española ni, tampoco, las de la maltrecha Unión Europea.
Las cosas pintan fatal para Grecia y
muy feas para España, para Portugal, para Irlanda, para Italia y también para
Holanda, Francia e incluso para Alemania. Los Estados Unidos de Norteamérica
están también gravemente afectados por la crisis europea que también es suya y
muy suya, Brasil México, India, China y hasta los países pequeños de África,
Asia o América, para mal, pueden pagar
un inmenso precio por la crisis europea y la caída del euro.
Por tanto, todos estamos interesados
en que el rescate, la línea de crédito de los 100.000 millones, evite mayores
males para los españoles, italianos, franceses y alemanes, para el resto de los
europeos, los norteamericanos y para el
resto de los habitantes del mundo, incluso para los que no han disfrutado nunca
del placer de ser ricos europeos.
La pregunta clave en estos momentos es
si serán los dirigentes europeos capaces de encontrar soluciones para evitar el
desastre, si serán los políticos
norteamericanos, chinos, brasileños o japoneses capaces de salvar el desastre
que parece llegar, paso a paso, cual imagen de García Márquez, de
forma anunciada.
Y, cuando pienso en ello, me espanta
ver la desconfianza que tienen los ciudadanos en España, en Francia, en toda
Europa, en Norteamérica e incluso en China sobre la capacidad de sus dirigentes
para hacer, aunque sea una sola vez, las cosas como es debido.
Claro que siempre nos queda una última esperanza: Los hombres, de
todas las razas y en todos los tiempos, siempre se han unido y han
dado lo mejor de sí mismos, cuando han tenido
que enfrentarse a los mayores peligros, cuando el riesgo de la muerte y la
desaparición han estado tan próximas que todo hacía pensar que eran inevitables. Ahora, una vez más, puede ocurrir lo mismo.
José Luís Mingo Zapatero (España) es profesor del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial de la Universidad Complutense de Madrid. Profesionalmente es consultor de empresas.
José Luís Mingo Zapatero (España) es profesor del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial de la Universidad Complutense de Madrid. Profesionalmente es consultor de empresas.
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