lunes, 9 de julio de 2012

ANTÓNIMOS DE LA VIDA DEMOCRÁTICA


 
Escribe Dianeth Pérez

Mis dos países, México y los Países Bajos, están en los extremos cuando hablamos de vida democrática. La diferencia entre los procedimientos electorales se mide en años luz.



En México existe un registro de electores y una credencial para votar.  El día de las elecciones hay que ir a la casilla correspondiente, enseñar la credencial, aparecer en el padrón y votar. En los Países Bajos no hay ni registro ni credencial. Unas semanas antes de las elecciones llega por correo ordinario la "invitación" para votar. Basados en el registro civil de cada ciudad, a todos los ciudadanos en edad de votar les llega este documento a su domicilio principal, en caso de ser propietario de dos o más casas.  

En el reverso de esta "invitación" hay un apartado que permite darle el poder a otra persona para votar en su nombre, en casos de enfermedad, viajes o alguna otra causa que haga imposible al titular acudir a las casillas.

El día de las elecciones sólo se requiere llevar ese documento y una identificación oficial. Nada de credencial especial ni órganos electorales que le cuesten más a los contribuyentes. La gente confía en el procedimiento y los resultados. 

En México fue necesario crear un organismo electoral para que se encargara de las elecciones, pues 70 años de imposiciones y trampas por parte del Partido Revolucionario Institucional, no tenían cabida en los nuevos tiempos; los tiempos de los observadores electorales, los tiempos donde la apatía de la gente se transformó en apasionado interés, los tiempos donde hay que demostrar que la democracia en verdad existe.

En los Países Bajos no saben qué es una "urna embarazada" ni qué es la "operación carrusel", ni qué es el " dedazo". El primer caso se refiere a las urnas donde se depositan votos por determinado candidato  aún antes de que abran las casillas. La "operación carrusel" es llevarse la urna después de la jornada electoral, sacarle los votos y llenarla con boletas marcadas por el candidato en cuestión. Y el "dedazo" es que el presidente saliente elija a su sucesor, sin pasar por elecciones internas, consultas, plebiscitos o cualquier otro método democrático que ponga a los aspirantes en igualdad de circunstancias.

El correo en México es un desastre. Tanto así, que bancos y otras empresas optan por tener sus propios mensajeros, así que el método del envío de la "invitación" sería imposible. Luego el tema de otorgarle el poder a otra persona para votar en su nombre, se prestaría sin dudas a la compra de votos,  como ocurre desde siempre en México.

En los Países Bajos no hay entrega de despensas, materiales de construcción, regalos o dinero a cambio del apoyo a determinado candidato. Los presupuestos de campaña son infinitamente menores y se analizan con lupa. Se escandalizan ante actos de corrupción que consideraríamos normales en México, como darle uso privado a un vehículo que es oficial, o que algunos sueldos rebasen el salario del presidente.

Para ellos es propio de un país "bananero" que ocurran cosas como el enriquecimiento ilícito de los políticos, que existan conexiones entre gobernantes y narcotraficantes, que no haya castigo a los corruptos y que se gasten fortunas en procesos electorales que dejan mucho que desear si se habla de transparencia y democracia.

Vivir en dos países tan opuestos hace muy duro el darse cuenta de lo atrasados que estamos en democracia en México, pero también esa condición me demuestra que hacerlo mejor es posible.

Dianeth Pérez Arreola (México) esegresada del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial. Licenciada en Ciencias de la Comunicaciónpor la Universidad Autónoma de Baja California, actualmente vive y desempeñasuactividad en Leiden (PaísesBajos).

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