lunes, 16 de julio de 2012

EL ANTISEMITISMO EN UNA TIERRA SIN (APENAS) JUDÍOS

 
Escribe Adrian Elliot

Según el  Observatorio de Antisemitismo, en el Informe sobre el Antisemitismo en España durante el Año 2011, siguen proliferando en nuestro país páginas web de contenidos antisemita, que incitan al odio y banalizan el Holocausto, y que las autoridades ignoran.
  


La noticia se publicó esta mañana en El País, y a pocos minutos empezaron a aparecer comentarios de lectores del siguiente tipo:

-    “Estos judíos no aprendieron en su día el por qué se les echó de España, tampoco aprendieron por qué los nazis los quisieron borrar del mapa”.
 
-   “A ver si lo entiendo, denuncian el racismo en España pero apoyan al estado de Israel, que ya no es que sea racista, es que hasta tienen calles donde los árabes tienen que ir por una acera y los judíos por otra”.

-   “No hay mayor incitación al antisemitismo que masacrar palestinos”.

Y, según algún lector ha comentado, el periódico más prestigioso del país ha permitido que florezcan estos comentarios en su página web sin ningún tipo de moderación o control. Desde luego, el Observatorio no tiene que ir muy lejos para probar las conclusiones de su informe. Y es que otra vez más, como ha pasado tantas veces en la historia, se utiliza a los judíos como chivo expiatorio y para esconder los errores propios. Nadie justifica el exterminio de gitanos o españoles en el holocausto cuando este país participa en guerras como la de Irak o Afganistán. Nadie se inmuta cuando ciudadanos o turistas con rasgos subsaharianos son prohibidos el acceso a discotecas o bares en Madrid y Barcelona. Sin embargo, sólo hay que mencionar el antisemitismo para que la gente lo justifique en las acciones de los gobernantes de un país de la mitad del tamaño de Gales que intenta defenderse en un entorno hostil.

La analogía es tan o más absurda como sería echar la culpa al español o al griego de a pie por el despilfarro de sus gobiernos a lo largo de los últimos años y por el impacto en los bolsillos de los alemanes, sin embargo, pedimos que los demás sean ecuánimes cuando evalúan la realidad española mientras se siguen tolerando los peores prejuicios y el odio hacia toda una religión sin el más mínimo esfuerzo para entender su historia o su realidad.

Sólo las sociedades bárbaras son capaces de actuar de esta forma, de todas formas, en los últimos meses vemos como aumenta esa barbarie dentro de nuestras propias fronteras europeas. Y no son sólo los judíos o los gitanos que son el blanco de este odio. En Grecia, el partido Aurora Dorada, con presencia en el parlamento del país, se dedica a amenazar, brutalizar y humillar a los inmigrantes de medio mundo y, según he leído esta semana en el New York Times, la policía se limita a pedir a las víctimas que se defiendan a sí mismos, al considerar que por su condición de extranjeros no merecen la protección de las fuerzas de orden.

El caso que nos concierne, de todas formas, es España. ¿Por qué existe el antisemitismo en España y por qué en tantos informes internacionales el país destaca como el más antisemita de todo Occidente? El emprendedor y bloguero, Martin Varsavsky, ofreció hace tiempo una entrevista a EFE en la que intentó ofrecer una explicación para este odio hacia los judíos en un país de 44 millones de habitantes que sólo cuenta con 20 mil judíos. Y sin entrar en el fondo de sus argumentos –pueden pinchar el enlace para leerla entera- señalo el hecho de que el desconocimiento que hay sobre Israel y sobre la cultura judía permite que los judíos sean un blanco fácil, y más cuando no hay judíos para defenderse cuando surgen declaraciones antisemitas en un entorno social. De la misma forma que los homosexuales se vuelven invisibles cuando los adolescentes hacen ‘bromas’ sobre ‘maricones’, cuando se critica a los judíos en España, los judíos no existen. Y muchas veces el judaísmo es igual de invisible. No todos los judíos son ortodoxos. No todos llevan la kipá o la ropa típica de los jasidím. En su mayoría, y más en España, son ciudadanos como cualquier otro, sin embargo, cada vez que leen los medios, o a menudo cuando escuchan las conversaciones en los bares, tienen que ‘tolerar’ el más absoluto desprecio hacia su identidad.

Si dejamos de lado el judaísmo como religión o cultura, para centrarnos exclusivamente en Israel como país, nos encontramos ante una sociedad compleja, mucho más compleja que cualquier otra sociedad de Oriente Medio tanto por la calidad de la democracia como por la gran mezcla de religiones y culturas. Además, es un país que a la mayoría de sus vecinos les gustaría aniquilar y que de alguna forma tiene que defenderse. También es verdad que no han escaseado las actitudes radicales por parte de sus políticos y que en los últimos años la sociedad se ha polarizado especialmente a medida que el objetivo de la paz con el mundo árabe pareciera cada vez más difícil de alcanzar. Lo es y lo seguirá siendo mientras los responsables de Hamas sigan negándose a asumir el derecho de Israel a existir, y mientras los cambios demográficos en Israel permitan que ganen fuerza los sectores más extremistas de la opinión pública israelí.

Sin embargo, los errores del Gobierno de Israel no son en absoluto una justificación para la intolerancia que últimamente se muestra hacia toda una cultura y una religión. Y además, en España no siempre ha sido así. Érase una vez en nuestro país se apoyaba a los Israelíes porque se les veía como los débiles, los recién llegados, un pueblo que intentaba construir una sociedad utópica socialista a orillas del Mar Rojo. Y en España siempre gustan los símbolos. Ahora el símbolo es la causa palestina pero cuando te agarras a un símbolo, buscas argumentos para darle valor y para reforzar tu identificación con ese símbolo. Vivir sólo de los símbolos no promueve el análisis frío de la situación. La objetividad es el gran enemigo de los símbolos, de la misma forma que Galileo se convirtió en enemigo de la Iglesia por enfrentar un símbolo central de la religión católica con la realidad científica. Y por la debilidad de los argumentos que les sustentan, los símbolos la mayoría de las veces se convierten en modas. Son pasajeros. Por lo que los palestinos tampoco podrán fiarse de la opinión pública si ahora se ha decidido que los valores que ellos representan son los que se quiere abanderar. En el futuro aparecerán otros símbolos, los palestinos ya no serán los débiles. Habrá que buscar otros héroes.

¿Y cuál es el antídoto a todo esto? Acabar con la ignorancia, enseñar, permitir el intercambio cultural, explicar a la gente sus orígenes, que en muchos casos también son judíos, y sobre todo aportar datos concretos y objetivos que permitan a los ciudadanos formar sus opiniones con hechos en vez de prejuicios.

Adrian Elliot (España) es egresado del Máster en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial de la Universidad Complutense de Madrid. Actualmente es Director de Cuentas de Grayling España.

1 comentario:

  1. Muchas gracias Adrian por tu artículo.

    Hace mucho tiempo que no veía una contribución tan valiosa para hacer que todos tengamos presentes algunas ideas que nunca, nunca, deberíamos olvidar.
    Un fuerte abrazo
    José Luis Mingo

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