Escribe Pamela Pacheco
China
despierta a las 6.00 h., sus pobladores desayunan un bollo dulce hecho
con harina de arroz y batido de soja, durante todo el día beben té sin
azúcar, cenan como muy tarde a las 20.00 h., si es posible hacen un poco
de taichi, son sumamente supersticiosos y no dejan de encomendarse a
Buda antes de ir a la cama. Pero también van a Mc Donalds, consumen Coca
Cola, los conductores se saltan los semáforos en rojo, las mujeres se
agrandan los ojos con maquillaje y llevan zapatos de tacón a juego con
trajes de Zara.
China es un país lleno de contrastes, en el que conviven tradición y modernidad. La milenaria “tierra del dragón” ha evolucionado a pasos agigantados desde que abrió sus fronteras al mundo; durante el régimen maoísta el comunismo se convirtió en una religión y el país cerró sus límites. Tras la muerte de Mao Tse Tung, China dio la bienvenida al libre comercio y con ello recibió un toque de occidente; los grandes entornos urbanos como Beijing o Shanghái se han convertido en auténticas ciudades del mundo capitalista.
Tengo
grabada en la retina la imagen de una valla publicitaria del aeropuerto
de Beijing, en la que se aprecia a través del vestuario de una familia,
la evolución y la convivencia cultural entre oriente y occidente. La
abuela lleva un Qipao tradicional, la hija -muy al estilo de los 80-
luce jersey de cuello vuelto y pantalón largo, la nieta lleva los ojos
maquillados “in crescendo” y luce un trench de catálogo de Mango.
Del comunismo al consumismo
Cuando
aterricé en China me di cuenta de que el comunismo y el capitalismo
estrechan lazos y conviven en armonía. Por un lado se pueden ver tiendas
de lujo de marcas europeas, enormes rascacielos y un comercio
agobiante; y por el otro, el sello del Gobierno en los medios de
comunicación, la férrea censura en Internet y el control de la natalidad
con la política del hijo único, solo si se unen dos hijos únicos es
posible tener dos niños, lo que se considera ser una “familia numerosa”.
Dios salve al turista
Para
entrar en China hace falta un visado, una guía turística y un manual de
supervivencia. China tiene cerca de 1.400 millones de habitantes y sus
grandes ciudades se encuentran entre las más pobladas del mundo. El país
asiático promueve positivamente el turismo entre sus ciudadanos, lo
cual es beneficioso para su crecimiento económico pero no para el
turista extranjero, pues disfrutar de las vistas en medio de la multitud
es casi imposible y “hacer una foto” o “grabar un video” en los
principales puntos turísticos, como la Ciudad Prohibida o la Muralla
China, se convierte en un verdadero reto al puro estilo de Indiana
Jones.
En
los mercadillos y las principales avenidas los comerciantes se acercan
en grupo al turista para ofrecer todo tipo de productos, sobre todo
relojes y bolsos que
imitan a las principales marcas internacionales como Louis Vuitton o
Jimmy Choo, el precio no está regulado, lo decide el “regateo”.
El
vendedor fija un monto dependiendo del aspecto del turista y el interés
que genere el producto, se empieza por un costo aproximadamente 10
veces mayor al que el comprador está dispuesto a pagar, hasta llegar a un
precio que aporte un margen mínimo de ganancia. Por ej. Un bolso de
Jimmy Choo puede bajar de 1.200 a 100 yuanes y una camiseta de 100 a 30
yuanes.
Por
este motivo, los paquetes turísticos incluyen visitas a proveedores de
souvenirs gestionados por el Estado como la Fábrica Nacional de la Seda o
la Empresa Nacional del Jade, donde el precio está fijado en función al
valor del producto y no se acepta el regateo.
La superstición como parte de la cultura
Si un occidental ve una escalera evitará pasar por debajo, si un chino no lleva consigo un dije de Pixiu, el noveno hijo del dragón, no puede quejarse si no recibe fortuna.
Los
chinos son sumamente supersticiosos y sus creencias están asociadas a
su historia. En la época de los emperadores, las construcciones debían
estar custodiadas por estatuas de dos leones; a la izquierda de la
entrada se colocaba un león que tenía bajo su pata al mundo, este león representaba al
emperador, y a la derecha se colocaba una leona que tenía bajo su pata a
un bebé león, esta leona representaba a la emperatriz. El emperador es
el Yan, el protector del universo, y la emperatriz es el Yin, la
protectora de la descendencia, ambos simbolizan el equilibrio de fuerzas.
Las
viviendas tradicionales chinas y algunos negocios tienen todavía en la
puerta de entrada esculturas de los leones protectores y dentro de la
casa habita Pixiu, el noveno hijo del dragón que simboliza la fortuna. La creencia popular dice que Pixiu
debe mirar hacia la puerta de la vivienda, bajo cada pata se pone una
moneda y en la boca un billete de 100 yuanes (el de más elevado valor en
China) para que nunca falte dinero.
En
tiempos del primer emperador, en la ciudad de Xian se fabricaron 7000
figuras de guerreros de terracota para custodiar el viaje de su alma al
más allá; por ello, en las viviendas tradicionales de esta provincia,
los pobladores colocan la figura de uno de estos guerreros mirando hacia
la puerta, con la finalidad de proteger a la familia.
Los
chinos creen también en el horóscopo y en el animal que representa a su
signo zodiacal. Este es el año del dragón, por lo que todos los nacidos
en 1904, 1916, 1928, 1940, 1952, 1964, 1976 y 1988 deben llevar un
amuleto de dragón colgado en el cuello para tener buena suerte durante
todo el 2012. Cuando un chino no celebra su año zodiacal debe reemplazar
el amuleto por Pixiu, el hijo del dragón que simboliza la fortuna.
¿Por qué los chinos no engordan?
El
índice de obesidad en España es uno de los más altos de Europa porque
estamos reemplazando la “dieta mediterránea” por el “Big Mac”. Aunque
China está plagada de Mc Donalds, sus habitantes son muy disciplinados y
metódicos a la hora de elegir sus alimentos, aunque de vez en cuando se
saltan la norma.
“Mente sana en cuerpo sano”.
Los
chinos son de constitución delgada por factores genéticos pero se
preocupan mucho por mantener la línea, no por una cuestión de vanidad
sino por convicción, para ellos el cuerpo, la mente y el espíritu son
como las piezas de un engranaje, si una funciona mal afecta todo el
mecanismo.
Su
rutina empieza a las 6.00 h., desayunan una especie de bollo blanco
dulce y beben un batido de soja o de arroz, aunque alguno confiesa ser
fanático de los churros, durante todo el día consumen diversas
variedades de té sin azúcar, prefieren la comida a la plancha, cocinan
con muy poca sal y utilizan salsa de soja, jengibre y sésamo para
sazonar sus platos. Las cenas se sirven entre las 18.00 y las 20.00
horas, nunca duermen si no han pasado tres horas desde el último bocado e
intentan practicar diariamente por lo menos 30 minutos de taichi.
En china existe un dicho popular que describe este proceso: “Levántate pronto, come poco, gasta mucho zapato y duerme pronto”.
China
es un país orientado al turismo, pero en este sentido es el turista el
que debe adaptarse a sus horarios; si quiere desayunar a las 10.00 h. no
encontrará ningún establecimiento disponible, si desea comer a las
14.30 h. se dará con la sorpresa de que las comidas se sirven hasta las
13.30 h y, salvo en la zona de restaurantes de los centros comerciales
que está abierta hasta las 22.00 h., las cenas se ofrecen solo hasta las
20.00 h.
Cómo quitarse 20 años de encima
El
secreto de la eterna juventud es ser disciplinados con hábitos
saludables. Es impresionante ver personas mayores de 80 años que
aparentan 60. La gran pregunta es ¿cómo lo consiguen?. Desde pequeños
consumen leche de soja, de esta forma preparan el cuerpo para evitar la
osteoporosis, y beben ginseng para cargarse de energía. Los jubilados
practican religiosamente taichi tres veces al día durante 30 minutos por
vez; si un turista da un paseo por los parques de la capital se topa
con grandes grupos de personas practicando esta disciplina física, y
tanto en lo parques como en las principales vías de la ciudades, los
adultos se reúnen de forma espontánea para bailar danzas tradicionales.
Para ellos el baile y el ejercicio son sinónimo de vitalidad.
Para
cuidar el rostro las chinas utilizan productos elaborados con perlas
naturales de río, como cremas diarias para evitar arrugas y manchas, así
como mascarillas semanales que preparan ellas mismas combinando polvo
de perla y miel. En
occidente se intenta tener una piel bronceada sobre todo en verano, en
oriente se valoran los tonos claros porque son sinónimo de perfección y
juventud, por ello se protegen en exceso de los rayos solares.
Cita ineludible
Si
tuviera que definir a las grandes ciudades de China en una palabra,
sería “fusión”. Un país cosmopolita que se sostiene sobre una cultura
milenaria y un régimen evolucionado del comunismo, un extenso territorio
donde las tradiciones de oriente conviven con las tendencias de
occidente dando lugar a una policromía de enfoques y alternativas que
evolucionan al ritmo de la ley del mercado.
En
mi próximo viaje prometo alejarme de las grandes ciudades y visitar el
interior del país, donde espero conocer lo más auténtico de sus
tradiciones.
Pamela
Pacheco González (Perú) es egresada del Máster en Comunicación Periodística,
Institucional y Empresarial de la Universidad Complutense de Madrid. Es
periodista, actualmente vive y trabaja como comunicadora en Madrid.
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