La dimisión del gabinete del gobierno holandés
en abril causó revuelo en el país por la activa participación que tuvo Geert
Wilders, el líder del partido de la ultra derecha. Éste retiró su apoyo a la
coalición de liberales y democristianos al no estar de acuerdo en los planes de
recortes propuestos para cumplir las exigencias de Bruselas.
Wilders, famoso por sus ataques contra el Corán y los musulmanes, gana adeptos al declararse en contra de recortes que afecten aún más a las pensiones, la salud y la educación. Bastante amargo fue ya asimilar que la edad de jubilación subiera de 65 a 67 años y ahora se habla de elevar el coste de la atención médica y disminuir las prestaciones a personas de la tercera edad.
El país en general se oponía a ser parte de la
Unión Europea y al uso del euro; conscientes de que viven en un país muy pequeño,
ya anticipaban que su peso en las decisiones tomadas en Bruselas sería muy poco.
Hasta hace poco, Merkel y Sarkozy eran quienes marcaban la pauta.
Ahora los holandeses se niegan a pagar los
platos rotos de Grecia y ven con recelo la situación que vive España. Las elecciones que se celebrarán en
septiembre medirán el descontento de la gente, y se prevée que el anti
europeista Wilders gane más escaños.
La postura radical de Wilders respecto a la
inmigración no es nada nueva. Precisamente este mes se cumplieron 10 años del
asesinato del político Pim Fortuyn, que desafiaba a los musulmanes con
“adáptate o lárgate”. Fortuyn se habría convertido en ministro-presidente de los
PaísesBajos si no le hubieran quitado la vida; la tolerante Holanda había llegado
al límite y Wilders lo ha sabido aprovechar.
Las quejas se centran en los
inmigrantes musulmanes, al ser éstos la antítesis de la sociedad que los ha acogido.
Entre otrascosas los acusan de querer venir a Holanda a vivir de los subsidios
del gobierno, de tratar a las mujeres como seres inferiores, de no tolerar la
homosexualidad, de ser violentos y machistas.
El electorado holandés ya tiene bastante con
saber que parte de sus impuestos se va al bolsillo de los inmigrantes a través
de subsidios, como para que además parte de sus pensiones se destine a tratar de
frenar la caída de Grecia. Por eso, las propuestas de Wilders han ganado adeptos;
lo podrán acusar de xenófobo por las formas, pero en el fondo sus
programas son más sociales que las propuestas de los otros candidatos.Habrá que
esperar a septiembre.
Dianeth Pérez Arreola (México) esegresada del Máster
en Comunicación Periodística, Institucional y Empresarial. Licenciada en
Ciencias de la Comunicaciónpor la Universidad Autónoma de Baja California,
actualmente vive y desempeñasuactividad en Leiden (PaísesBajos).
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